(...) Es el eterno gozo quien apura el ocio vivo y la pasión futura. Sobreviviendo a su interior abismo, el amor se obscurece y se suprime, y mira que la muerte se aproxime a la vana insistencia de mí mismo. JORGE CUESTA Hace un par de años, cuando recién me mudé a Guadalajara y estaba descubriendo la ciudad, mientras esperaba en la parada del camión situada en el Parque Revolución, mejor conocido como Parque Rojo, lugar conocido por ser escenario de todo tipo de manifestaciones; me llamó la atención un hombre que traía un megáfono con el que pregonaba a todo pulmón los horrores de la lectura, actividad exclusiva para los ociosos y que alejaba a los hombres del sagrado camino del Señor. Su discurso además de resultarme alarmante (no sin hacerme algo de gracia), evocó varios cuestionamientos en mí: ¿leer es realmente menester exclusivo de los ociosos?, ¿las reflexiones provocadas por el ejercicio de la lectura están relacionados a
¿Cuántas veces nos hemos preguntado cómo sería nuestra vida si tuviésemos un cuerpo distinto, o si hubiéramos nacido en otra familia, en otro contexto socioeconómico, o, incluso, en otra época? En Ayer Maravilla Fui (Gabriel Mariño, 2017) un ente anónimo transita por distintos cuerpos con el único propósito de encontrar el amor. Toma lo que necesita de cada cuerpo para después desecharlo. Podría parecer atractivo, pero, al mismo tiempo está condenado a la vida eterna representada en uno de los conceptos más latentes de la posmodernidad: la transitoriedad, la fugacidad; logrando esa sensación monocromática que evoca el deambular solitario entre un mar de almas enajenadas en la ciudad de México. Para Bauman en nuestra generación líquida ha desaparecido el concepto de comunidad para ser reemplazado por el de identidad. Nos esforzamos por construirnos para ser “únicos”, siguiendo las convenciones sociales del grupo al que queremos pertenecer. En cambio, el protagonist