La película comienza con una pantalla en negros, aunque no en su totalidad; como aquellas veces en que grabamos sin querer y la cámara corre con la tapa del lente puesta. Sólo escuchamos sonidos dispersos, murmullos. Poco después, los sonidos son acompañados por imágenes de archivo, con la estética característica de las handycam ochenteras. Tampoco parecen tener sentido, son recuerdos aglutinados, memorias inquietas.
Esta es sólo una introducción a las percepciones de la protagonista en sus momentos de crisis. Nos avisa que estamos por conocer a una persona “anormal”. Y cuando la conocemos parece un volcán en calma. Liliana platica cómo es vivir cerca de un volcán, el Popocatépetl forma parte de su paisaje cotidiano; se ha acostumbrado a vivir con él y a aceptar sus cambios. Y sí, el volcán se convierte en la metáfora por excelencia. Representa no sólo la incertidumbre de sus erupciones, también nos recuerda que ese gigante que a veces expulsa fuego furioso, es, a su vez, un paisaje digno de admirar.
Lejos del sentido es la ópera prima como directora, de la egresada de la escuela de cine de la Universidad de Guadalajara, Olivia Luengas. El documental retrata a Liliana, su hermana, sobrellevando su cotidianidad al padecer el trastorno límite de personalidad o borderline.
Son pocos los documentales mexicanos que abordan el tema de las enfermedades mentales; El paciente interno (2013), de Alejandro Solar, que le sigue la pista a Carlos Castañeda, el hombre que hizo un intento (muy) fallido por matar a Díaz Ordaz, pasando por un laberíntico infierno al interior de hospitales psiquiátricos como consecuencia. O Memoria Oculta (2014), de Eva Villaseñor, en el que reconstruye a través de los testimonios de personas cercanas las memorias que perdió al sufrir un colapso emocional mientras estudiaba cine en el CCC. Ambos documentales son valiosos, pero no tienen un tratamiento tan íntimo como el que vemos en Lejos del sentido, contado desde la perspectiva de la misma protagonista, quien, a través de su voz en off nos guía en un espiral de emociones, sentimientos y vivencias.
La voz de la película no son los factores externos al personaje, aún cuando se hacen presentes por su relación inherente, sino la misma Liliana, quien interioriza sus vivencias para después compartirlas y con ello nos invita a desestigmatizar su enfermedad, a quitar los tabúes que se erigen alrededor de ella, sobretodo en una sociedad como la nuestra, en la que, según Encuesta Nacional de Epidemiología en México, el 28.6% de la población padece alguna enfermedad mental.
Por ello la importancia de hablarlo; y no sólo desde las cifras o los estigmas sociales, sino desde la persona; esperando que el cine cumpla la misma función que ha logrado cumplir en Liliana, quien asegura, con firmeza, que lo más valioso que le ha heredado su acercamiento al cine, ha sido recuperar ese sentido que en más de una ocasión llegó a sentir tan lejano.
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